Mito y depreciación de un genio: Leonardo da Vinci

Nadie podía sospechar que en un lugar como Anchiano, un pueblo remoto —«insignificante» en palabras de Paolo Giovio— de la comarca de Vinci, a treinta kilómetros de Florencia, en el vientre templado pero vivo, muy vivo de 1452, nacería un hombre ilegítimo que cambiaría el curso de la historia del mundo con el nombre de Leonardo di Ser Piero. El mismo día, un 15 de abril, seis años antes, expiraba uno de los dos padres de la arquitectura moderna, Filippo Brunelleschi. El segundo, Leon Battista Alberti, justo el mismo año en que nacía Leonardo, terminaba en Roma la redacción del De re aedificatoria. Y el orfebre Lorenzo Ghiberti, tras veinticinco de trabajo, entregaba los diez paneles que vestirían las (así bautizadas por Miguel Ángel) «Puertas del Paraíso» del Baptisterio de Florencia.


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